Hoy mi crónica no es literaria. Podría decir que es literal. Como un mail que sale de la punta de los dedos, hablado, espontáneo. Sin correcciones, sin pulir ninguna cosa. Porque no hace falta. No hay nada de exquisito en este cuento que valga la pena perfeccionar. Va a ser caótico, estoy segura, porque estoy de buen humor. :):) Cuando me siento así, se me vienen mil cositas a la cabeza que van ramificándose... Me entusiasmo y quiero decirlas todas. Sí, claro que sí, va a ser caótico, sin ninguna duda... pero como dije, no es más que porque estoy de lindos ánimos...
Hace un rato, hace segundo, mezclaba dos masos de cartas de póker. Los típicos e infaltables masos que siempre hay, que siempre debe haber en toda casa de veraneo. La mía ya no es eso, pero guarda todavía los vestigios de los veranitos de mi infancia. Soy buena mezcladora de cartas. No porque tenga alma de crupier de casino ni mucho menos (abstenerse de bromas e imaginaciones, por favor!). Es más bien por todas las casitas robadas, canastas y desesperaciones que jugué los días lluviosos (como hoy) en mis años menudos. Mezclando me acordé de un solitario que me enseñó mi bisabuela cuando era muy chiquita. Es simplísimo, casi una tontera. De todos modos siempre me pareció un poco fascinante porque incluye poner todas las cartas de un maso dadas vueltas sobre la mesa. Eso solo ya tiene algo de espectacular. Resulta que por ser tan fácil jugarlo siempre genera la falsa sensación de que es altamente probable de que uno lo "gane". Sin embargo, como todo juego de azar, las más de las veces se trunca justo cuando "faltaba tan poquito".
Una vez puestas todas las cartas (menos cuatro) del maso de dorso rojo sobre la mesa, empecé a jugarlo. Sin expectativas. Disfrutando la gracia de ir dando vuelta sucesivamente una y otra carta. Viendo cómo se ponía todo en orden de a poco. Estaba ahí jugando como siempre, como antes, repitiendo un momento vivido hace quizás veinte años. Y eso era lo importante, sólo eso. Sin darme cuenta terminé el solitario de la manera más perfecta posible. Sería aburrido explicar cómo son las maneras imperfectas, pero las hay y, creedme, este no fue el caso. Y me quedé mirando, mirándome... Todas las cartas sobre la mesa, acomodadas por número y por palo. Todo servido y sin esfuerzos, sin expectativas de antemano. ¿Sorprendida? No, para nada. De alguna manera siempre lo supe. Siempre tuve el juego resuelto. Lo tengo todo... GRACIAS :)
Bienvenida Merlina,... bienvenida a CASA
09/09/09
"Escribir sin esperar respuesta. Hablar sin una cara interactuante. Decir acariciando teclas. El placer inexplicable de la intimidad. El anonimato merecido. La conversación interior. Una sola persona, múltiples interlocutores. Acción y reacción en una única alma. Palabras, disparadores de ideas, de emociones, de pensamientos (caóticos o coherentes, según la necesidad y conveniencia).
Un e-mail, un chat, un blog. ¿Quién puede quitarles el carácter de diario íntimo, de rejunte de crónicas, de testimonios irrefutables de nuestra cotidianeidad? Cuando escribimos siempre es, sobre todo, para nosotros mismos..."
09/09/09
Merchunga, que buen recuerdo! Lo jugue tantas veces!
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