Bienvenida Merlina,... bienvenida a CASA
"Escribir sin esperar respuesta. Hablar sin una cara interactuante. Decir acariciando teclas. El placer inexplicable de la intimidad. El anonimato merecido. La conversación interior. Una sola persona, múltiples interlocutores. Acción y reacción en una única alma. Palabras, disparadores de ideas, de emociones, de pensamientos (caóticos o coherentes, según la necesidad y conveniencia).
Un e-mail, un chat, un blog. ¿Quién puede quitarles el carácter de diario íntimo, de rejunte de crónicas, de testimonios irrefutables de nuestra cotidianeidad? Cuando escribimos siempre es, sobre todo, para nosotros mismos..."




09/09/09

sábado, 8 de abril de 2017

La Bella y la Bestia


Hoy, las mujeres de la familia, acompañadas del príncipe Joaquín, fuimos a ver La bella y la Bestia.
Qué puede decirse del remake de una película que intenta evocar las escenas ya inscriptas para siempre en nuestras memorias de una de las películas animadas de Disney que más cautivó las ñiñeces de las chicas de mi generación.
La magia de las imágenes en 3D, el espíritu de la original respetado en su estética, sus colores, sus personajes y momentos clave (aunque Manchy Soaje piense lo contrario), se suman a una serie de guiños para los adultos atentos y los niños abiertos a recibir lo subliminal en sus inconscientes en construcción: La ambigüedad de género en algunos personajes, la fortaleza de la protagonista, y el amor que, como siempre, salva de la muerte y rompe hechizos, pero que en esta ocasión es el de Ella hacia Él–y no al revés como en la Bella durmiente o Blancanieves-.
A pesar de esa aparente brisa feminista, el mensaje más fuerte de esta historia sigue siendo que la mujer debe amar, cuidar y domesticar bestias. Además de ser linda -o "bella" como su nombre lo indica- la protagonista es culta, inteligente, y deseosa de algo más que sólo una "vida provincial". Sumado a todas esas cualidades, se espera de ella que sea sensible, desapegada de las apariencias, y capaz de enamorarse de un monstruo que la tiene presa, desarrollando un evidente Síndrome de Estocolmo. Tan es así, que no parece ser sólo Bella la que entra en ese estado, sino todos –o más bien todas- las que vemos la película. Hacia el final, cuando finalmente el hechizo se rompe, los objetos del castillo vuelven a ser humanos, y la Bestia se transforma en un pulcro y desabrido príncipe, todas –y quizás algunos todos – tenemos un nudo en la garganta por no poder digerir que la sensual bestia, que tanto nos costó domesticar, curar y amar, desaparezca para dar lugar a ese rubio mequetrefe. Una frase de la protagonista, nos alivia de saber que ella siente algo parecido.
Y ahí no termina la historia... Al salir del cine cada una vuelve a ser conciente de que los cuentos como este, que plagaron las noches y las siestas de nuestras femeninas infancias, no han sido sin consecuencia. Sabemos que muchas de nosotras hemos elegido una bestia que nos espera en casa, y que lo amamos, no a pesar de su bestialidad, si no debido a ella