Bienvenida Merlina,... bienvenida a CASA
"Escribir sin esperar respuesta. Hablar sin una cara interactuante. Decir acariciando teclas. El placer inexplicable de la intimidad. El anonimato merecido. La conversación interior. Una sola persona, múltiples interlocutores. Acción y reacción en una única alma. Palabras, disparadores de ideas, de emociones, de pensamientos (caóticos o coherentes, según la necesidad y conveniencia).
Un e-mail, un chat, un blog. ¿Quién puede quitarles el carácter de diario íntimo, de rejunte de crónicas, de testimonios irrefutables de nuestra cotidianeidad? Cuando escribimos siempre es, sobre todo, para nosotros mismos..."




09/09/09

viernes, 8 de abril de 2011

El padeciente...


Incómodo, la ropa mojada sobre la piel, el olor húmedo mezclado con el de la propia suciedad, las manos lastimadas del frío, ajadas, con los dedos insensibles, pero los huesos cuchillosamente dolorosos. Irritado, el pelo sobre la cara que entra en uno de los ojos, las manos ocupadas, la nariz pica, cosquillea, el estornudo atorado en la anorgasmia. Triste, en la cara también el frío... y la lluvia y una lágrima... y esa basurita dura cerca del otro ojo que raspa la piel al intentar quitarla. Asqueado, náuseas de llantos presos en la garganta, en la panza, en la espalda, en la frente, en las rodillas, en los pómulos, en lo profundo de la nariz y en el costado izquierdo del alma.  
De repente un ojo rendijea y allí está: se ve cálido, se ve confortable, se ve luminoso, se insinúa placentero, se supone pleno, es certeramente divino. Tiembla. Ya no puede negar que es viento de felicidad el que se le está soplando en la cara. Cierra los ojos. Mira la nube negra y dice: no hay más que MI nube, no hay otra misión para mí que sostener - malabareando- rayos y centellas!
"Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?"

("Don Juan Tenorio" - José Zorrilla)

sábado, 12 de febrero de 2011

Desde la boca del lobo...


En la profundidad de la boca de un lobo, en el momento mismo en que franqueaba sus fauces, ella tuvo una epifanía: La oscuridad es hermosa, las circunstancias, perfectas. Esa Roma a la que conducen todos los caminos (incluso el del propio devoramiento), no es más que la felicidad...